Thursday, October 9, 2008

Señales particulares: Un libro por el que uno podría suicidarse


Estimado Roberto:

La lectura de las palabras que Garavito tuvo necesidad de decirle a usted han hecho aflorar las palabras que tenía atragantadas luego de leer Señales particulares, palabras en vez de lágrimas, dos lenguajes de lo inefable. Ahora entiendo por qué cuando le hablé de mi experiencia de lectura con Señales particulares, usted recordó de inmediato la lectura de Fernando Garavito, enviada vía e-mail desde su exilio. Su libro es doloroso, desgarrador, escrito para gentes que se despiden, porque usted se está despidiendo en él de muchas cosas. Quien lo lea de su mano, entregándole no sólo sus ojos, sino su corazón, podrá rememorar múltiples dolores, los suyos y los propios, porque es más que un lugar común que él que puede sentir su propio corazón y escribirlo, está sintiendo y escribiendo el corazón de muchos otros.

En estos últimos días he estado participando del Simposio Internacional “Relatos autobiográficos y otras formas del yo”, organizado por el Departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes, en él, algún ponente recordó el carácter de límite de la escritura autobiográfica, colocada ahí donde el yo necesita dar cuenta de la terminación de una etapa.

Para Garavito y para mí, colocados al borde de la escritura y de los espacios cargados de significados propios, Señales particulares es un detonante de angustia, un reconocer en el dolor del otro mi propio dolor. Señales particulares, nos sigue recordando lo peligrosa que es la literatura, como le respondiera Ernesto Sábato a propósito de la reflexión que usted le hiciera en relación con la muerte de un joven cartagenero como reacción a la lectura de Uno y el universo. Señales particulares es un libro por el que uno podría suicidarse, pero no lo hace, porque usted ofrece a la vez el veneno y el antídoto, porque nos lleva de la mano hasta los márgenes exteriores de su espacio escrito, porque ya ha muerto su padre y tantos en nuestro lugar y entonces toca vivir y hacer señales.

Kevin Sedeño Guillén

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